Hace ahora treinta años, las negociaciones para una Sudáfrica democrática varaban y enfilaban su fracaso. Se salvaron gracias al discreto ir y venir tenaz de los negociadores Roelf Meyer y Cyril Ramaphosa. El episodio me sugiere la vía dedicada a Marcelino Menéndez Pelayo, fallecido el 19 de abril de 1912. En su calle hay dos aceras adversas —una verde, umbrosa y amable; otra, cementosa, árida y desabrida— unidas por el ir y venir de quienes cruzan. Me pregunto qué diría hoy don Marcelino, que calificó su época de «tiempos de anarquía intelectual», de la nuestra en la que se considera bueno cuanto enternece o apena, y malo lo que le resulta molesto a cada quien.