Cuando llegué a Zimbabwe, en septiembre de 1983, el inglés era la lengua oficial y la vehicular en muchas zonas, especialmente en las urbanas. Como por aquel entonces mis conocimientos de «la lengua del Imperio» eran todavía reducidos, la prensa escrita, esto es, el diario The Herald se convirtió en uno de mis principales recursos para ampliarlos.
El periódico, fundado en 1891 con el nombre de The Rhodesian Herald, recogía la tradición periodística británica de anteponer los tratamientos a los nombres de las personas a las que se mencionaba en los artículos y las noticias. Pronto me di cuenta de que los apellidos, en ocasiones acompañados del nombre propio, solían llevar delante las abreviaturas Ms., Mrs. o Mr. cuando se trataba de extranjeros; en cambio, los de los autóctonos iban precedidos Cde.
Nunca antes me había topado con aquella abreviatura y no conseguía descifrarla. Ni mi Oxford Advanced Learner’s Dictionary (diccionario monolingüe de inglés) ni las demás fuentes que iba consultando me proporcionaban ninguna pista. Encima, cuanto más me fijaba en el uso que se hacía de Cde., más complicadas me resultaban las normas que parecían regirlo.
Así, algunos mandatarios extranjeros como Samora Machel o Kenneth Kaunda, a la sazón presidentes, el primero de Mozambique y el segundo de Zambia, también eran tratados de Cde., al igual que el embajador de China. Además, el tratamiento se aplicaba tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, los granjeros blancos del lugar eran Mr. o Mrs.
No recuerdo exactamente quién me reveló la palabra que representaba la abreviatura de Cde., aunque sé que me inspiraba confianza suficiente para confesarle lo que yo suponía un ignominioso desconocimiento mío, pues tenía la impresión de que «el resto del mundo» lo captaba sin dificultad.
Como suele ocurrir cuando una averigua algo que una vez descubierto parece obvio, primero me sentí un tanto lerda, pero luego se iluminó de repente todo un espacio que me había sido inescrutable. Entendí, por ejemplo, el comrade que veía escrito en rótulos y el /ʹkɒmreɪd/ que oía en los noticiarios de la radio y la televisión. Me llevó tanto tiempo y tanto esfuerzo resolver aquel enigma que nunca lo he olvidado.