El enlace aéreo semanal —de Johannesburgo al St Helena Airport, los sábados, y de vuelta, los domingos— sustituye al marítimo mensual que ha venido uniendo el puerto de Jamestown con el de Ciudad del Cabo en travesías cuyo trayecto dura cinco días. La ruta marítima se extiende hasta la isla de Ascensión y se mantendrá en funcionamiento, según lo previsto, hasta febrero de 2018.
Para los isleños, alrededor de unos 4500 que se aplican el gentilicio de «saints» (santos), es un momento histórico en el que han puesto muchas esperanzas; quizá un hito comparable con el establecimiento de la primera emisora de radio en 1967 o la introducción de la televisión en 1995.
A casi 2000 kilómetros de la costa africana, frente a Namibia y Angola, la isla de Santa Helena —de origen volcánico— podría pasar casi desapercibida con sus apenas 170 km2 (unos 17 kilómetros de largo por unos 10 kilómetros de ancho), pero no ha sido el caso desde que los europeos le echaron el ojo.
Fue puesto de avituallamiento portugués en el siglo XVI y en el siglo XVII se convirtió en colonia de aprovisionamiento para la East India Company (Compañía de las Indias Orientales), una compañía privada inglesa con privilegios reales que comerciaba con productos de la India y China. En la actualidad, este territorio británico de ultramar es más conocido por haber sido el destierro final de Napoleón.
Con su recién estrenado aeropuerto, la pequeña isla en medio del Atlántico sur que un día cautivó a Charles Darwin parece seguir buscando nuevos visitantes a los que encantar.
Para ampliar detalles, v. fuentes:
John Turner, «A Brief History», Saint Helena Island Info