Zimbabwe vuelve al redil

La presencia del nuevo presidente de Zimbabwe, Emmerson Mnangagwa, en Davos puede interpretarse como un espaldarazo de la comunidad internacional al incruento golpe de estado que se llevó a cabo en Zimbabwe en noviembre de 2017. Así, su participación en la reunión anual del Foro Económico Mundial le ha servido al mandatario para ver legitimada su posición y también para anunciar urbi et orbi un cambio de rumbo en las políticas del país.

Durante una entrevista concedida a la periodista de la BBC Mishal Husain, que se emitió en directo a través de internet, Mnangagwa fue razonando algunas de las reformas previstas. Sus declaraciones parecían destinadas simplemente a llamar la atención de los inversores extranjeros con atractivas propuestas, como la inminente enmienda de la Ley de Indigenización —que, a la publicación de esta entrada, aún obliga a que la mayoría del capital de las empresas esté en manos de socios nacionales de Zimbabwe— o a captar el interés de agricultores de cualquier abolengo, pues «en la nueva administración —afirmaba Mnangagwa— no queremos regirnos por consideraciones raciales».

Es de suponer que tal discurso agradase a comunidad internacional, de la que Zimbabwe ha pasado años excluida, porque las cuestiones tratadas eran precisamente aquellas que se venían criticando una y otra vez en esos medios de comunicación considerados voz de la opinión pública internacional. En todo caso, Mnangagwa dejó claro en la entrevista cuál era el objetivo: «queremos aceptar a la comunidad internacional y nos gustaría que la comunidad internacional también nos aceptase, y para que así sea tenemos que ver qué es lo que hay que hacer».

Cabe preguntarse si entre «lo que hay que hacer» está también dar impulso a la comisión nacional para la cura y la paz cuyo cometido será «que las comunidades expresen y hagan públicos sus agravios y sus dificultades», aunque en palabras de Mnangagwa «no es una comisión para la verdad y la reconciliación» (esto es, no al estilo de la de Sudáfrica).

La cuestión de fondo, en realidad, es un turbio episodio en la historia reciente de Zimbabwe, que se conoce como «las masacres de Matabeland» y que fueron ejecutadas por la Quinta Brigada de las Fuerzas Armadas del país entre 1983 y 1984. En aquel momento, Emmerson Mnangagwa era precisamente ministro de Seguridad Nacional y jefe de la Central Intelligence Organisation (organismo central de inteligencia) o CIO. Por eso, por haber ocupado durante décadas puestos de poder siempre al lado de Mugabe y por haberlo sustituido de la forma en la que lo ha hecho hay quienes se tientan la ropa ante su mandato.

Para ampliar detalles, v. fuentes:

«An Insight, An Idea with Emmerson Mnangagwa», Reunión Anual del Foro Económico Mundial, Davos-Klosters, Switzerland, 24 de enero de 2018, 14:00

 

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