Cuentan las crónicas que era el 17 de noviembre de 1855 cuando el misionero explorador David Livingstone vio Mosi oa Tunya, esto es «el humo que truena». A la gigantesca cascada, Livingstone le cambió el nombre por el de su reina, Victoria. Y como Cataratas Victoria la conocieron quienes tras Livingstone llegaron desde Europa huyendo de las guerras, la pobreza, la inestabilidad social y económica de aquel convulso siglo XIX para buscar en África un futuro mejor. Ciento sesenta años después (160), a Europa la reciprocidad no le viene nada bien.
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