Agradecimientos

Este libro ve la luz gracias a las muchas personas que me han acompañado durante este curioso periplo. Mi agradecimiento pues a Icaria editorial, y especialmente a Anna Monjo Omedes, que se arriesga a publicarlo; a Mariano Aguirre por su confianza; a las compañeras y compañeros del Seminario de Investigación para la Paz, y a su director, Jesús María Alemany, que sufren comprensivos mis vehemencias y de quienes tanto he aprendido. Gracias a mi familia y a todas las personas que me rodean y siempre están ahí.

Mi especial agradecimiento a Basil Davidson, a cuyas obras tanto debo, incluso el título de este libro. Gracias a quienes he utilizado como fuentes, a quienes me han pedido artículos y charlas, a las audiencias y lectores, porque me han ayudado a construir el entramado de estas páginas; gracias a Lucía Ollacarizqueta y a Miguel Alonso, por su ayuda para que en el apartado sobre el concepto del tiempo «no escribiera ninguna barbaridad» desde la perspectiva de la física y las matemáticas; a Federico Abizanda, por conseguir que entendiera, entre otras muchas cosas, la teoría del desarrollo de Rostow y además por ser cómplice en la pasión por África; y gracias a Marta y Nieves Alonso Ollacarizqueta, a Carmen Magallón, Yolanda Melero y Consuelo del Val por su apoyo y su ayuda durante el proceso de redacción.

Mi profundo agradecimiento a todas las personas que he conocido en África, muy especialmente la que fuera mi compañera de trabajo, Ndanatsei Mudokwenyo, porque fueron quienes me abrieron sus puertas a otras realidades. Y ¿cómo no? gracias a mi madre por la lectura prenatal.

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